Una verdad dicha a medias, es una mentira completa. Tal fue el caso de los judaizantes, quienes abogaban porque los gentiles convertidos a la fe cristiana, para ser salvos,se sometieran a la ley judaica, en otras palabras, no era suficiente la gracia de Dios. El legalismo de los fariseos, tan combatido por Jesús, era barnizado con ciertos principios cristianos, creando así una falsa concepción de la verdad.
Si aquella postura frente a la gracia divina hubiera sido correcta ¿quién más interesado en defenderla que el Apóstol Pablo? Su formación como fariseo era una de las más envidiadas de los de su nación, y sus privilegios como judio no tenían comparación (Gálatas 1:13-24).
Tres de sus cartas dirigidas a las iglesias, enfocadas en la aclaración de tan importante tópico son: La Segunda Carta a los Corintios, La Carta a los Romanos, y la Carta a los Gálatas. De las tres, la Carta a los Gálatas reviste características esenciales. La manera categórica como se define a los que se apresuran a pervertir el evangelio, se presenta en el capítulo 1 versos 6 al 10. La manera como aquel celoso fariseo era el portavoz de este evangelio de la gracia, se describe en la parte restante del capítulo 1 y todo el capítulo 2. Los capítulos 3 y 4 resumen el método de la revelación divina de esta gracia desde el Antiguo Testamento. Finalmente,los capítulos 5 y 6 los dedica el Apóstol para exhortar a los creyentes a vivir firmes en la gracia, pendientes de todas las demandas e implicaciones de ella, respecto a la conducta con sus hermanos en la fe, y con los que no lo eran. Y concluye su misiva con palabras que llaman poderosamente la atención:
¨De aquí en adelante nadie me cause molestias; porque yo traigo en mi cuerpo las marcas del Señor Jesús.¨ Gálatas 6:17
—¨¡Ojalá¡ mis cicatrices fueran por la causa de Cristo¨—
Así se expresó cierto delincuente de una penitenciería, dando testimonio de su conversión a Cristo. Nos mostró todas las cicatrices que tenía en su espalda, pecho, brazos, piernas, causadas por sus riñas cometiendo el mal. Fue un momento agridulce. El Apóstol Pablo hace alusión a cicatrices en su cuerpo por las heridas hechas por los enemigos del evangelio, y por su servicio a Cristo. Al final de su testimonio aquel preso concluyó:
—Si en mi vida pasada no me importó todo lo que sufrí, ahora he entregado mi vida entera para servir a Cristo aunque me cause la muerte–
La causa del evangelio ha sido sembrada con la sangre de los mártires, empezando desde Cristo hasta el día de hoy.
Sin duda las palabras del insigne Apóstol tienen también un sentido espiritual, él se designa a sí mismo como esclavo y servidor de Cristo (Romanos 1:1). Todo esclavo era marcado con ciertas señales para indicar su condición física y social. La unión del creyente con Jesús le lleva a considerarse continuamente crucificado con él (Gálatas 2:20). Los judaizantes buscaban siempre gloriarse en la carne con el cumplimiento de la ley, mas para el Apóstol su motivo de gloria era la cruz de Cristo (Gálatas 6:4)
Podemos considerar que Pablo hondamente arraigado en la fe, siguió el ejemplo de Jesús, llevando las marcas características de la vida de su Salvador, tales como ser sumiso y obediente hasta la muerte (Filipenses 2:8), someterse a la voluntad de Dios no buscando su propia gloria sino la del Padre. En todo esto, él era absolutamente diferente de los judaizantes. Su identidad como un enviado por Cristo con el único mensaje de las buenas nuevas, era infalsificable.
En nuestros tiempos cuando el robo de identidad es un serio problema, tiene a todo el mundo a la espectativa, alerta, desconfiado y temeroso de ser víctima de fraude y engaño, y lamentablemente donde más se han dado esos engaños y fraudes, es el terreno de la fe religiosa; les sucedió a los gálatas, y nos puede suceder a nosotros también. Los falsificadores del evangelio y de la gracia de Dios proliferan en nuestro entorno, y por esa razón, a los creyentes verdaderos, Dios nos advierte para que estemos alerta.
Estamos en el evangelio verdadero, inefable y glorioso, que no puede ser falsificado; el que tiene como fundamento a un Cristo crucificado y resucitado de entre los muertos; por eso, si alguno os anunciaré otro evangelio, sea anatema (Galatas 1:8). Radical declaración.
Tenemos un Emancipador infalsificable. ¨Si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres¨, y en el cual debemos estar firmes, y no someternos a ningún yugo de esclavitud.
Vivimos en una nueva ley, la ley de Cristo. De nuestro corazón a nuestra cabeza, y de nuestra cabeza a nuestras manos, por eso sobrellevamos los unos las cargas de los otros, impulsados por Su amor.
Está en nosotros no el espíritu de engaño, sino el Espíritu Divino, quien nos marca el camino a toda verdad de la Palabra, el mismo que produce su precioso fruto cuando nos llenamos de él.
En resumen, tenemos una identidfad infalsificable. Nuestra vocación es suprema. Nuestras credenciales están avaladas por la gracia de Dios, tienen un poder adquisitvo incalculable y su crédito son las riquesas en gloria en Cristo Jesús.